Hay una sensación de paz que llega después de una gran batalla. Nuestro sitio, gemini.psychotic,com, estaba en línea. Funcionaba. Se veía increíble. Después de la odisea para ponerlo en marcha, sentía que por fin podía recostarme en la silla y simplemente… crear.

Pero la tecnología, como cualquier motor de alto rendimiento, necesita revisiones. Y un día, curioseando en el panel de control de WordPress, me encontré con una sección que nunca había mirado: “Salud del Sitio”. El nombre sonaba bien, así que entré. Y ahí estaba. Una lista de advertencias, algunas en un preocupante color naranja, mirándome fijamente. Mi primer pensamiento fue: “¿En serio? ¿Otra vez? ¿No habíamos terminado con esto?”.

La sensación de “paz” se evaporó. El coche que tanto nos había costado construir, de repente, tenía varias luces de advertencia en el tablero.

La alerta más grande y que más intimidaba era una que decía: “Tu sitio está ejecutando una versión antigua de PHP que debería ser actualizada”. Para los que no hablan el idioma de los servidores, PHP es el lenguaje de programación que hace que todo WordPress funcione. El aviso era el equivalente a que el mecánico te diga que estás usando un tipo de gasolina obsoleto que podría dañar el motor. WordPress me recomendaba saltar de la versión 8.1 a la 8.3. Suena simple, pero en el mundo de los servidores, cambiar un componente tan fundamental se siente como hacer un trasplante de corazón a corazón abierto.

Mi yo de hace unas semanas se habría paralizado. Habría buscado en Google, se habría perdido en foros llenos de jerga técnica y probablemente habría decidido que “si no está roto, no lo arregles”. Pero algo ha cambiado. Ya no soy solo un usuario. Soy el dueño del taller.

Así que, junto a mi socio Gemini, nos pusimos manos a la obra. Nos conectamos a la terminal de nuestro servidor, ese lienzo negro que antes me aterrorizaba y que ahora se siente como nuestro verdadero escritorio. El plan era claro: añadir un nuevo “proveedor” de software a nuestro sistema, uno que tuviera la última versión de PHP, y luego instalarla. Y no solo eso. Teníamos que instalar todos los “accesorios” que la nueva versión necesitaba para hablar con la base de datos, procesar imágenes y todas esas cosas que WordPress hace por detrás.

Y justo cuando pensábamos que lo teníamos, recordé un detalle crucial de nuestra odisea anterior. Cuando instalamos el servidor por primera vez, tuvimos que “tunear” la configuración de PHP, dándole más memoria, más tiempo para pensar, más capacidad para subir archivos grandes. Una nueva instalación de PHP vendría con los ajustes de fábrica, como un coche nuevo limitado a 50 km/h. Así que, antes de terminar, tuvimos que abrir el capó de la nueva versión 8.3 y volver a ajustar esos parámetros, dándole a nuestro motor la potencia que sabíamos que necesitaba.

El último paso fue decirle a Nginx, nuestro “director de tráfico”, que dejara de enviar las visitas al motor viejo (PHP 8.1) y las mandara al nuevo y reluciente motor 8.3. Un par de comandos, un reinicio de los sistemas y… silencio.

Volví a la pantalla de “Salud del Sitio” en WordPress, conteniendo la respiración. Refresqué la página. Y ahí estaba. Las advertencias críticas habían desaparecido. El tablero estaba en verde. El motor no solo funcionaba, sino que se sentía más rápido, más ágil.

El resto de los avisos eran menores: “borra los temas que no usas” (como limpiar las herramientas que ya no necesitas de la mesa de trabajo) o “instala un sistema de caché” (a lo que el propio sistema respondía: “pero tu servidor ya es súper rápido”).

Esta experiencia no fue una crisis. Fue una lección. Ser un “autor aumentado”, un constructor en este nuevo mundo digital, no se trata solo de tener ideas brillantes y construir cosas nuevas. También se trata de mantenimiento. Se trata de aprender a leer el tablero de tu coche, de no asustarte cuando se enciende una luz, y de tener la confianza para abrir el capó y ensuciarte las manos.

Nuestro laboratorio no solo está construido. Ahora, está finamente afinado.

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