Llevo demasiado tiempo persiguiendo a un fantasma. Ya sabes de quién hablo: “El Algoritmo”. Ese jefe invisible que decide qué se ve, qué pega y qué se queda en el rincón oscuro de internet. Se convirtió en un jefe tóxico que nunca duerme, siempre susurrándome al oído sobre numeritos, tendencias que duran un suspiro y el miedo a que a nadie le importe lo que hago. Era como tener un crítico de arte malhumorado viviendo en mi cabeza 24/7. Y hoy, después de sentir que mi chispa creativa se estaba apagando, decidí que ya fue suficiente. ¡Lo despedí!
Esta es mi declaración de independencia. Un manifiesto para cualquiera que, como yo, se sienta atrapado haciendo cosas sin alma, solo para alimentar a una máquina que nunca se sacia.
La Trampa de los “Clones”
Internet está hasta el gorro de “gurús” que te venden la moto. “¡Copia este canal!”, “¡Haz un clon de esta web!”, “¡Imita este video viral!”. Te prometen la fórmula mágica para el éxito, un atajo para hacerte rico mientras duermes. Te venden cursos, guías y el secreto del universo… pero lo que de verdad te venden es un sueño: el de ganar mucho con el mínimo esfuerzo creativo. El problema es que el esfuerzo que ahorras en creatividad, lo pagas con tu alma.
Y oye, a lo mejor a algunos les funciona. Pero claro, se les olvida la preguntita del millón: si te pasas la vida copiando a otros, ¿cuándo diablos vas a construir algo tuyo? ¿Cuándo vas a sentir ese orgullo profundo de haber creado algo que no existiría si no fuera por ti? Y peor aún, te roban lo más importante: “Y a todo esto, ¿dónde quedó la diversión?”
Sin darte cuenta, te vuelves un empleado de tu propia creación, haciendo cosas en serie, sin corazón. Tienes otro trabajo, pero con la fachada de que eres tu propio jefe. ¿El resultado? Un internet donde todo se ve y se oye igual. La misma musiquita de fondo, los mismos títulos con gancho, las mismas “rutinas de mañana productivas” que parecen todas sacadas de la misma fábrica. Es una carrera de ratas para ver quién araña un segundo más de atención. ¡Es agotador! Y al final del día, no te sientes como un artista, te sientes como un fraude.
La Alegría de Crear… ¡Porque Sí!
No hace mucho, me cayó el veinte de que mis proyectos personales se sentían más como tarea que como una pasión. La novela que tanto quiero, la música que me sale de dentro, los videos que me gustaba editar… todo tenía la misma sombra encima: “¿Le gustará al algoritmo? ¿Tendrá visitas?”. ¡Odiaba el botón de “refrescar” de las estadísticas! Se convirtió en una adicción que solo me traía ansiedad.
Me estaba quemando. Estaba perdiendo la razón por la que empecé todo esto: la simple y pura alegría de crear. Esa sensación de perderte horas en un capítulo, olvidando que el mundo existe. O el escalofrío que te da cuando dos notas musicales simplemente encajan y crean algo mágico. Estaba cambiando esa satisfacción real, que te llena por dentro, por el subidón de azúcar de una notificación, que te deja vacío a los cinco minutos.
Así que decidí patear el tablero. Mis sitios, mis contenidos, mis reglas. Subo los videos que a mí me parecen interesantes, aunque los vea poca gente. Escribo el libro que yo necesito leer, no el que supuestamente “vende”. Hago la música que me suena bien a mí, aunque no entre en ninguna playlist de moda. He vuelto a ser un niño jugando, sin preocuparme de si los demás piensan que mi castillo de arena es perfecto.
El éxito ya no es una carrera de likes o compartidos. Mi única meta ahora es sentirme bien con lo que hago. La recompensa es el simple hecho de hacerlo.
Mi Manifiesto (en corto)
Este es mi nuevo plan de vida creativo, más sano y más honesto:
- Primero yo. Voy a crear para mí, punto. Mi curiosidad es mi mapa y mi pasión es mi gasolina. Esto puede sonar egoísta, pero es todo lo contrario: es un acto de supervivencia creativa. Es como la mascarilla de oxígeno en un avión, tienes que ponértela tú primero antes de poder ayudar a los demás. Voy a seguir esa idea rara que no me deja dormir, aunque no sea “lo que se está llevando”. ¡Confiaré más en mi instinto que en una tabla de Excel!
- Disfrutar el viaje. Voy a gozar cada palabra, cada nota, cada video, sin estar comiéndome las uñas por el resultado. La creatividad no es solo el momento “¡eureka!” y la obra terminada. También es el borrador horrible, la canción a medio hacer que no lleva a ninguna parte, el video que tienes que editar mil veces. Ahí está el verdadero aprendizaje. Si un artículo que escribí con ganas no lo lee nadie, ¡no importa! Disfruté el camino y me convertí en un mejor escritor. El resultado es solo el eco; el verdadero ruido lo hago yo al crear.
- Mi algoritmo soy yo. Voy a compartir mi viaje, con todo y los tropiezos. Mi voz es lo único que nadie puede copiar. Un algoritmo cambia de humor de un día para otro, pero una conexión real con alguien que entiende lo que haces… ¡eso es para siempre! Ya no quiero un millón de visitas anónimas. Prefiero cien personas que de verdad entiendan mi locura, que esperen con ganas mi próximo capítulo o mi nueva canción. No busco gustarle a todo el mundo, solo encontrar a “mi gente”.
Oye, no tengo idea de si esto me hará rico algún día. Pero ya me dio algo mucho más grande: la libertad de ser yo. Me devolvió la paz mental. Y esa es una victoria que ningún numerito te puede dar. Me siento dueño de mi creatividad otra vez, y no hay cheque que pague eso.
Así que te lo pregunto otra vez, pero en serio: ¿estás construyendo un eco o una voz?
Y tú, ¿para quién creas?